Adiós, elefantes rosados

Mi nombre es Juan Francisco Florido Arteaga y lo más seguro es que si usted está leyendo esto, es porque me conoce de algún lado, ya sea virtualmente -por cuestiones pandémicas- o presencialmente. En este último caso, usted me ha visto bebiendo como un barril sin fondo, al menos una vez. Lo que va a leer a continuación tiene que ver con mi proceso de desintoxicación (de alcohol) y está compuesto por distintos posts casi diarios que hice al respecto en redes sociales. Al principio, me interesaba mucho la idea de hacerlo público para que mis conocidos me obligaran a no echarme para atrás y así, generar algo de presión de grupo sobre mí, pero con el tiempo, me ha parecido muy interesante como ejercicio de escritura. Todas las entradas del proceso están compuestas, en parte o en su totalidad, por posts de Facebook íntegros o modificados. Da igual. La fecha de escritura de esta introducción no coincide con la de publicación. En cuanto a hasta qué punto es real o ficción, no vale la pena hacerse la pregunta. No son cosas que no le puedan pasar a cualquier persona y voy a darme la licencia de fabular, si así me diera la gana.     

19 de septiembre de 2020

Hoy decidí frenar en seco, para siempre o temporalmente. Hasta aquí llegué por ahora. La frasecita me resulta irónica porque no tengo por qué estar cansado, si prácticamente no salgo desde hace meses. No hago mucho ejercicio, no recibo muchas visitas y los domicilios hacen el resto. Sería muy fácil para mí decir que por eso bebo, pero no es verdad. Lo hago porque siempre lo he hecho y ahora que me salté la parte en la que uso el transporte público, no tengo afán por llegar a los pocos compromisos que tengo. Si antes tenía pocos remordimientos por llegar a cualquier lado con resaca, ahora mucho menos. Es más. No tengo que "llegar" a ningún lado. El zoom no tiene alcoholímetro. Y de todo eso me cansé. Voy a parar a partir de hoy. 

El año pasado (no recuerdo bien por qué lo decidí) duré 29 días sin beber. No ha sido el tiempo más largo que haya durado sin alcohol, pero sí lo es desde que me gradué de la ASAB. Ahora, no me siento precisamente contento. Todo lo contrario. El aislamiento no me exime de beber. En realidad, lo hago mucho más desde que arrancó el aislamiento. Mientras escribo esto, son las 4 am, estoy ebrio y tan deprimido que no me dan ganas ni de llorar o de dejar el sofá para meterme en la cama. Daría algo de pena ajena a quienes me vieran ahora. Ya que mi vida social hace meses dejó de existir ser una preocupación, prefiero parar de golpe. Supongo que no puede hacerme más mal del que me estoy haciendo, pero uno nunca sabe. 

Decidí hacerlo público para obligarme a cumplirlo. Creo que ese es uno de los mayores aprendizajes de la experiencia de los "gloriosos 29 días" sin alcohol. Además, podría ser gracioso, como cuando vi Game of Thrones varios años después del final de la última temporada y escribía lo que pensaba mientras tanto. Me daba risa hacer chistes sobre la primera temporada cuando a nadie más le importaba. Creo que por eso la gente lo sentía gracioso (independientemente de si en realidad lo era).

El año pasado saqué las siguientes conclusiones.

No sabía (ni se) divertirme sin trago.

Dejar de beber me regulaba el sueño.

No me sobraba la plata, pero tampoco se me acababa tan rápido.

Tenía mucha más energía durante esos días.

En Colombia se acostumbra a ofrecer alcohol en cualquier evento social, desde despedidas de solteros hasta bautizos.

Sin alcohol, fumaba el doble.

Mi aspecto personal mejoraba cuando no bebía. (¿Exactamente en qué? No se. Pero eso me decían.)

Detesto tener que inventarme excusas para rechazar un trago, razón de más para hacerlo público.

La gente me llama menos ahora que no bebo. 

Mi estado de ánimo mejora sin alcohol.

La gente que me conoce asocia mi nombre a trago.

Luego de 29 días sin beber, la primera prenda es fuerte.

No beber me causa ansiedad.

En ese momento, no pensaba dejarlo totalmente. Hoy, todavía no lo se.

No sé cómo desinhibirme.

Extrañaba el whiskey.

Sumado a todas estas conclusiones, entendí que sin bares, teatros, clases presenciales o lugares que vendan cerveza, no me da la gana salir. Para beber tengo la aplicación del OXXO. Mientras escribo esto, acabo de darme cuenta que ahora sí mi vida gira alrededor de beber. Y no es una exageración. No me dan ganas de vivir así. 

Vamos a ver qué pasa esta vez.




 


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