Una nostalgia erótica: Los ojos azules pelo negro

Los ojos azules pelo negro es una novela corta escrita por Marguerite Duras y publicada en 1988. En esta novela, la reconocida guionista de Hiroshima, mon amour nos dibuja a un hombre y una mujer que mantienen una relación disfuncional basada en el dolor y la frustración de no poder estar con un tercero a quien ambos desean. Sin embargo, la narración, que parece detenida en un presente eterno, no aclara en ningún momento de dónde vienen estos dos, ni qué piensan hacer. La autora no introduce ninguna historia, no presenta a los personajes y tampoco nos brinda ninguna pista de las acciones que están por acontecer. 
 
Ninguno de los dos personajes tiene nombre. Tampoco se ahonda en las características ni en el pasado de ninguno de los dos. Lo único que sabemos es que ella tiene los ojos azules y el pelo negro, tal como el tercero ausente: un joven extranjero que es la única causa para que nuestros protagonistas estén juntos. Un acto del destino hizo que se encontraran y a partir de ese momento, sus realidades no avanzan hacia ningún lado. Él y ella se quedan patinando alrededor del momento en el que perdieron al joven extranjero de los ojos azules y pelo negro. 
 
Después de la primeras páginas, en las que se produce el encuentro entre los protagonistas, toda la historia acontece en una habitación, que continuamente se transmuta en un escenario teatral, reforzando esa sensación de que estamos en un presente eterno. La magia del teatro es también la magia de la poesía y permite que las olas y la playa rocen el mismo espacio de la habitación. Este espacio, a pesar de sus límites materiales, se convierte en un infinito donde todo puede caber. El mundo de afuera deja de existir porque todo está adentro. En la habitación queda cancelado el tiempo de afuera, la vida queda en suspenso.
 
Él y ella lloran constantemente. El llanto se vuelve un lenguaje primario entre los dos y es más una causa que una consecuencia. El llanto de él la necesitaba a ella. Incluso puede ser que el llanto de los dos necesitaba la imagen del joven extranjero para poder salir. Juntos lloran por lo que nunca fue. Juntos añoran una imagen perdida que es irrecuperable. Intentan sanar una herida, pero se sumergen en una nostalgia abisal. Es la herida de la belleza perdida y para ello no hay solución a la vista, ninguna hendija para la esperanza.

Dado que la acción avanza lentamente, la novela nos permite recorrer y agotar el lugar del deseo, sobre el cual se vuelve todo el tiempo. Duras maneja un tono de erotismo poético que le da relieve al dramatismo de la situación. Sus descripciones retiñen las cicatrices que el tiempo, la desilusión y el sexo dejan sobre la piel. Finalmente acaba por exponernos el agotamiento del deseo, el aborrecimiento y el desperdicio de la belleza (de los cuerpos y del verano):
Es aquí, en esta habitación, donde ha transcurrido su verdadero verano, su experiencia, la experiencia del aborrecimiento de su sexo, y de su cuerpo, y de su vida”.

Hay quienes relacionan este estilo de Duras con su trabajo como guionista, pues más allá de hacernos una narración de acontecimientos, nos entrega un detallado guion de microacciones en el que la posición de una pierna o el leve movimiento de un dedo, puede convertirse en el suceso de la noche. Es casi como si nos describiera una coreografía, una micro danza que se repite ritualmente con leves transformaciones. Los personajes hablan entre ellos, pero lo que dicen tiene poca o nula influencia sobre lo que ocurre. Los diálogos no van en diálogo, sino que encajan en esta danza oscura y poética.
 
La escritura de Los ojos azules pelo negro es melodiosa y rítmica, como el ir y venir de las olas. En definitiva, no es un libro de lo que se cuenta, sino del cómo se cuenta. Es claro que en primera instancia no busca una identificación con el lector, pero quien se deje absorber por su lenguaje y su sensibilidad, acaba por dejarse tocar.