Séptima sesión: Berlín y Calvino


PONERSE LAS GAFAS


BERLÍN - CALVINO

Muy pronto nos dimos cuenta qué lejos estaban los dos autores que escogimos para esta sesión. En apariencia nada los emparentaba más allá del simple capricho de unirlos y leerlos en conjunto. Es muy poco probable que se conocieran e incluso que se hubieran leído entre sí, condición que al menos cumplían las anteriores parejas. De todos modos fue una lectura de lo más gratificante que despegó hacia lugares no transitados hasta el momento.


De Ítalo Calvino elegimos dos relatos de la colección Los amores difíciles. Un libro de aventuras amorosas y estilísticas en el que Calvino juega con la idea del amor en sus trece relatos. Digo con la idea del amor porque casi todos los cuentos reposan al margen de lo que pudo ser, transitan en el límite de lo imaginado o lo anhelado; nunca en su realización. Son amores difíciles, sí, pero sería más preciso hablar de amores ausentes, como lo propone la prologuista de la edición Andanzas. En todo caso el autor plantea un roce de la flecha de Cupido en los personajes que los modifica en su cotidianidad. Son circunstancias efímeras en las que el amor parece jugarles una broma a los personajes y que termina por llevarlos a una epifanía (anagnórisis) final.

En Aventura de un miope, el protagonista, a causa de su enfermedad ocular, debe empezar a usar gafas por primera vez en su vida. Esto marca el comienzo de su aventura y plantea para él una doble paradoja. Si bien Amilcare Carruga es un personaje discreto y modesto consigo mismo, la elección de los lentes con los que ahora puede disfrutar del mundo exterior, lo anula de los demás, que no lo reconocen; sin ellas, en cambio, lo pueden ver, pero se le hace imposible distinguir cualquier rostro. Con este dilema encima, renovado consigo mismo, decide volver a su pueblo natal en busca de Isa María Bietti, el amor de su vida. Allí se enfrenta directamente con la paradoja y termina descubriendo que esta fue quizás su última “gran” aventura. No hay amor posible.

El cuento se nos planteó en varios sentidos: en un cierto afán que tenemos todos, por modestos que seamos, de ser reconocidos por los otros; en las gafas como símbolo de los ojos del amor que nos ciega de alguna manera a cosas que no queremos ver del ser amado o del amor en sí mismo; en la idealización que convencionalmente se nos ha impuesto como la narrativa del amor; en la necesidad de repensar esta idea.

En Aventura de una mujer casada, el conflicto radica en la idea del adulterio. La mujer, tras pasar toda la noche con un joven, llega a su casa a la madrugada siguiente inquieta por tal idea, a pesar de que no pasó nada. Quiere evitar a toda costa ser vista por su portera, así que decide tomarse un café. En el café, sin embargo, se siente distinta, libre y alegre, y entabla conversación con los hombres que van llegando a esa hora, un noctámbulo, un cazador, un obrero. Los diálogos -por demás muy bien escritos- soportan la anagnórisis del personaje quien al final comprende que algo había cambiado para siempre en ella. “Había sido éste su adulterio: estar sola entre ellos, así de igual a igual”.

Como se puede ver, aquí hay una distinción de género, un ascenso de la mujer que al verse liberada de sus propios prejuicios, se siente igual e incluso flotando por encima de ellos, los hombres. No deja ser igualmente paradójico que el temor de la vigilancia provenga de otra mujer (la portera). La epifanía se da en tanto que la mujer ahora se siente capaz de hacer cosas que antes no podía y se abren las puertas de su revolución.





Por el otro lado tenemos a Lucía Berlín, escritora norteamericana y autora del libro Manual para mujeres de la limpieza, del que escogimos los dos relatos. Hay en sus cuentos una reivindicación de la tradición norteamericana de resaltar la vida cotidiana en la literatura. Una pretensión estética de lo ordinario, de llevar a la ficción esas pequeñas grandes tragedias que a todos nos tocan y que, cuando las leemos bajo su pluma, nos hace sentir redimidos ante nuestra propia futilidad. Cada cuento parece un testimonio íntimo de una pequeña parte de la vida, un pedacito de un rompecabezas gigante sin el cual la imagen de la la totalidad de la existencia quedaría incompleta. La vida del indio de Lavandería Ángel, borracho, forastero y exótico, es tan importante como la vida de Jefferson o Hamilton.

Un comentario sobre Manual para mujeres de la limpieza, cuento que da título a su libro. Es el cuento que lleva en sí mismo todos los elementos que acabo de especular. Si se quiere podría leerse en clave de autoficción, tan de moda en estos tiempos, pero creo que la literatura toda es autoficción y ninguna lo es estrictamente: de eso se trata. De manera que el cuento recoge las impresiones que tiene una mujer del servicio de limpieza sobre su oficio al que se ve obligada a ejercer por la reciente muerte de su marido, al que, de paso, le cuenta todo aquello. La protagonista recorre la ciudad mientras recorre la vida de las familias para las trabaja, al tiempo que habla sobre su propia vida y da consejos prácticos al resto de mujeres de la limpieza.

El cuento es un paneo bien amplio de toda la sociedad norteamericana. Hay ricos, pobres, judíos, negros, niños, automóviles, buses, alcohol, pastillas estimulantes, ceniceros llenos, monedas de diez centavos, cheques, bancos, viejecitas, la vida pasando en un total de diez páginas. Asombra la capacidad de observación -ponerse las gafas- que tiene Lucía Berlín para mostrarnos la vida y su técnica narrativa tan simple y tan compleja a la vez.

Para nosotros fue un gran hallazgo, quizás para ustedes también. No duden en leerla.

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